No son peluches, tampoco muñecos
andantes, no tienes pilas ni son aislantes del dolor. Para muchos son una
prolongación de su cuerpo, mientras que para otros son resultado de una
ecuación de fácil resolución. Se nos cae la baba cuando vemos pasar a cualquier
cachorro, ya sea un gato, un perro o una persona. El milagro de la vida dicen
algunos, esa acción tan simple como el antiquísimo coito. Placer hasta límites
insospechados con eclosión en la formación de un feto.
Qué pena que el único método
anticonceptivo para los animales sea la castración o la esterilización. No
soporto la idea de arrebatarle a cualquier ser aquello que lo identifica del
resto, no será lo mismo el marcaje del territorio, no verán esquinas partícipes
de su inesperada agonía.
No son marionetas ni mecanismos
de control, pese a llevar una correa. Son instintos con patas y nosotros
intentamos frenarlos con tirones incontrolables. Nos sentimos seres superiores
con capacidad de mando, reyes de una manada compuesta por un animal indefenso y
sin libertad. Nos puede la ignorancia, el culo veo culo quiero, más nos valdría
oler culos ajenos y no comprarnos una mascota que acabe haciéndolo por nosotros.
Nos pueden más las modas que los modos. Mudo me quedo al presenciar abandonos
sin encontrar culpables, solo víctimas indefensas que no tienen capacidad de
reacción ante la vida injusta que les ha tocado morir.
No son ningún regalo. Ni juguetes
pasajeros con ticket de devolución a la madre naturaleza. No existe posibilidad
de cambio ni de obtención de dinero. El tráfico debe ser usado únicamente para
los automóviles y no para sentidos animales con una incomprensión equiparable a
su humildad.
Yo tengo una gata y ni por asomo
podría deshacerme de ella en ningún caso. Intento pensar motivos para ello,
pero no se me ocurre ninguno. No entiendo cómo puede haber personas que,
mirando a los ojos a estos pequeños seres, puedan marginarlos de tal manera que
tengan que arreglárselas para salir con vida de los agujeros en los que son
enterrados.
No merecen ser el “punching” de
nuestras desgracias. El día que comprendamos que mantener a un ser vivo
conlleva una gran responsabilidad, ese día se hará algo de justicia. No hace
falta convertirnos en superhéroes, tan solo mostrar un interés y un ápice de
compromiso y sentido común en esta sociedad perjudicada por tantos agentes
externos.
Ya quedan en el pasado aquellas
campañas publicitarias: No lo
abandones, él nunca lo haría. Seguro que muchos se justifican diciendo que
se les han olvidado, sin mala intención, una caja con una camada de cachorros, en
el rincón más oscuro de este inhóspito descampado…
Estamos en la cima de la montaña
en lo que se refiere al número de abandonos de Europa. Este hecho no nos
conciencia, puesto que poseemos uno de los índices más bajos de adopciones,
algo no cuadra. Si nos gustan las mascotas, pero no podemos mantenerlas, no seamos
idiotas y comprémonos un muñeco de peluche.
Identifiquemos a estos falsos
dueños como lobos con piel de cordero. Una apariencia que contrasta con su
inexistente moral ante un hecho inesperado, o no, como es el no poder operar
con un animal doméstico. Hay que ser del género tonto para dejar que tu mascota
procree para luego tener que abandonar a ese ser vivo en la cuneta. No me
quiero ni imaginar si siguen dándose casos de malos tratos contra animales que
no decidieron acabar así ni hicieron méritos para ello, selección natural de la
persona demente. Quizás deberían hacer pruebas a la gente que adopta perros o
los compra para ver si están lo suficientemente capacitados como de que una
vida dependa de ellos.
Personas que se comportan como
fieras sin escrúpulos. Ir al veterinario y observar como prácticamente una vez
a la semana reciben noticias de cachorros abandonados. Sin ir más lejos, me
topé con uno de estos casos, una camada de huskies
estaban apartados en la calle alejados de la mano de cualquiera. Su destino era la perrera, tras un breve paso
por el veterinario: diagnóstico grave y opciones de vida casi negativas. Tenían
una de las peores enfermedades, “parvo”. Este virus causante de depresiones,
pérdida de apetito y diarrea se propagó en estos animales, que llegaron al
veterinario deshidratados mirando de frente a la muerte.
En estos casos pocos son capaces
de hacer de tripas corazón y no sucumbir ante tal tragedia que desgraciadamente
no hay forma de erradicar. Un hilo de voz de la veterinaria, desde
el otro lado de la sala, me creó dos sensaciones: Incomprensión y cólera. Los
cachorros de Huskies, aparecidos en
la calle, necesitarían, en el caso de que una persona decente adoptase, de 15
días de hospitalización tomando medicación a través de un gotero y en el límite entre la casi imposible supervivencia o el
entierro prematuro. Con este panorama, pocos se atreven a ver como su futurible
compañero de viajes fallece sin ni siquiera un nombre. Su corta vida no
hizo justicia al crimen cometido por anónimos sin razones, estos perros recién
nacidos son ahora desconocidos y, se suman a la larga lista de sacrificios.
Espero no encontrarme nunca con
ninguno de estos asesinos no-confesos que convierten a sus mascotas en
problemas cuando la cosa se pone en contra. Por suerte, para algunos una
mascota significa una compañía inseparable. Un punto de apoyo en tiempos de
desesperación y desánimos. Un consuelo de listos que pese a no tener raciocinio, no
dice gilipolleces como las personas. Siempre extendida una pata para cualquier
lazo de amistad, nunca te la rechazará porque en verdad son los compañeros más
fieles, y la fidelidad se paga muy caro en estos tiempos tan egoístas.
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