jueves, 5 de julio de 2012

TÚ ABANDONAS, YO TE SACRIFICO


No son peluches, tampoco muñecos andantes, no tienes pilas ni son aislantes del dolor. Para muchos son una prolongación de su cuerpo, mientras que para otros son resultado de una ecuación de fácil resolución. Se nos cae la baba cuando vemos pasar a cualquier cachorro, ya sea un gato, un perro o una persona. El milagro de la vida dicen algunos, esa acción tan simple como el antiquísimo coito. Placer hasta límites insospechados con eclosión en la formación de un feto.

Qué pena que el único método anticonceptivo para los animales sea la castración o la esterilización. No soporto la idea de arrebatarle a cualquier ser aquello que lo identifica del resto, no será lo mismo el marcaje del territorio, no verán esquinas partícipes de su inesperada agonía.

No son marionetas ni mecanismos de control, pese a llevar una correa. Son instintos con patas y nosotros intentamos frenarlos con tirones incontrolables. Nos sentimos seres superiores con capacidad de mando, reyes de una manada compuesta por un animal indefenso y sin libertad. Nos puede la ignorancia, el culo veo culo quiero, más nos valdría oler culos ajenos y no comprarnos una mascota que acabe haciéndolo por nosotros. Nos pueden más las modas que los modos. Mudo me quedo al presenciar abandonos sin encontrar culpables, solo víctimas indefensas que no tienen capacidad de reacción ante la vida injusta que les ha tocado morir.


No son ningún regalo. Ni juguetes pasajeros con ticket de devolución a la madre naturaleza. No existe posibilidad de cambio ni de obtención de dinero. El tráfico debe ser usado únicamente para los automóviles y no para sentidos animales con una incomprensión equiparable a su humildad.

Yo tengo una gata y ni por asomo podría deshacerme de ella en ningún caso. Intento pensar motivos para ello, pero no se me ocurre ninguno. No entiendo cómo puede haber personas que, mirando a los ojos a estos pequeños seres, puedan marginarlos de tal manera que tengan que arreglárselas para salir con vida de los agujeros en los que son enterrados.

No merecen ser el “punching” de nuestras desgracias. El día que comprendamos que mantener a un ser vivo conlleva una gran responsabilidad, ese día se hará algo de justicia. No hace falta convertirnos en superhéroes, tan solo mostrar un interés y un ápice de compromiso y sentido común en esta sociedad perjudicada por tantos agentes externos.
Ya quedan en el pasado aquellas campañas publicitarias: No lo abandones, él nunca lo haría. Seguro que muchos se justifican diciendo que se les han olvidado, sin mala intención, una caja con una camada de cachorros, en el rincón más oscuro de este inhóspito descampado…


Estamos en la cima de la montaña en lo que se refiere al número de abandonos de Europa. Este hecho no nos conciencia, puesto que poseemos uno de los índices más bajos de adopciones, algo no cuadra. Si nos gustan las mascotas, pero no podemos mantenerlas, no seamos idiotas y comprémonos un muñeco de peluche.

Identifiquemos a estos falsos dueños como lobos con piel de cordero. Una apariencia que contrasta con su inexistente moral ante un hecho inesperado, o no, como es el no poder operar con un animal doméstico. Hay que ser del género tonto para dejar que tu mascota procree para luego tener que abandonar a ese ser vivo en la cuneta. No me quiero ni imaginar si siguen dándose casos de malos tratos contra animales que no decidieron acabar así ni hicieron méritos para ello, selección natural de la persona demente. Quizás deberían hacer pruebas a la gente que adopta perros o los compra para ver si están lo suficientemente capacitados como de que una vida dependa de ellos.


Personas que se comportan como fieras sin escrúpulos. Ir al veterinario y observar como prácticamente una vez a la semana reciben noticias de cachorros abandonados. Sin ir más lejos, me topé con uno de estos casos, una camada de huskies estaban apartados en la calle alejados de la mano de cualquiera.  Su destino era la perrera, tras un breve paso por el veterinario: diagnóstico grave y opciones de vida casi negativas. Tenían una de las peores enfermedades, “parvo”. Este virus causante de depresiones, pérdida de apetito y diarrea se propagó en estos animales, que llegaron al veterinario deshidratados mirando de frente a la muerte.

En estos casos pocos son capaces de hacer de tripas corazón y no sucumbir ante tal tragedia que desgraciadamente no hay forma de erradicar. Un hilo de voz de la veterinaria, desde el otro lado de la sala, me creó dos sensaciones: Incomprensión y cólera. Los cachorros de Huskies, aparecidos en la calle, necesitarían, en el caso de que una persona decente adoptase, de 15 días de hospitalización tomando medicación a través de un gotero y en el límite entre la casi imposible supervivencia o el entierro prematuro. Con este panorama, pocos se atreven a ver como su futurible compañero de viajes fallece sin ni siquiera un nombre. Su corta vida no hizo justicia al crimen cometido por anónimos sin razones, estos perros recién nacidos son ahora desconocidos y, se suman a la larga lista de sacrificios.

Espero no encontrarme nunca con ninguno de estos asesinos no-confesos que convierten a sus mascotas en problemas cuando la cosa se pone en contra. Por suerte, para algunos una mascota significa una compañía inseparable. Un punto de apoyo en tiempos de desesperación y desánimos. Un consuelo de listos que pese a no tener raciocinio, no dice gilipolleces como las personas. Siempre extendida una pata para cualquier lazo de amistad, nunca te la rechazará porque en verdad son los compañeros más fieles, y la fidelidad se paga muy caro en estos tiempos tan egoístas.



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