Una cicatriz hecha a conciencia.
Una batalla perdida desde su comienzo pero celebrada como un gladiador frente
al león ya muerto. Somos etapas en una vida, algunas pasan sin más y otras nos
hacen mella. Cambiamos de opiniones como de vestuario, aunque mantenemos
siempre una muda limpia como son nuestras convicciones. Un estilo personalizado
al propio individuo y solo comprensible por éste.
Nada más nacer envueltos en
sangre, nos limpian. Nos homogenizan de tal manera que nos representa nuestra
elección en la ropa y, lo poco que podemos moldear nuestro cuerpo. Algunos
inician lo que se puede considerar una revolución interna.
Cada uno con sus problemas,
olvidarlos es de fracasados. Se dice que de los errores se aprende y por ello
nunca superarlos del todo es la mejor opción. Grabarlos en nuestra mente es la
ayuda necesaria. No rematarlos, solo dejarlos moribundos, convertirlos en
recuerdos enjaulados y guardar siempre la llave encima.
No somos máquinas y, por tanto,
nuestro cerebro a veces falla. Somos limitados en cuanto a inteligencia y,
muchas veces, los pensamientos vuelan. Ahora nos adelantamos a la mente y nos
apartamos de lo etiquetado como “normal” a través de uno de los artes más
antiguos, el tatuaje. Para los polinesios conferían el
tatuaje como ornamentación que tenía un significado claro, la virilidad y
jerarquía. En el Egipto pasado se le proporcionaba a esta pintura corporal
funciones mágicas y basadas en la protección de su dueño.
Otros casos conocidos hablan de tatuajes como
evolución de la fase de la pubertad a una nueva etapa adulta. Un paso común
dado en América con los indígenas. En occidente, sin embargo, el tatuaje se ha
ido incorporando con paso corto pero decidido en la sociedad del viandante.
Cabe destacar el significado abrumador que exigió para algunos esta simbología
epidérmica como son todos aquellos seguidores enloquecidos de la doctrina nazi
alemana. Actualmente esta práctica se concibe como algo puramente estético,
aspecto que contradice todo lo que este arte conlleva.
Un significado que se convertirá en tu sombra de día
y de noche. Una explicación para cada gota de tinta. Un prisionero que ahoga la
justicia en charcos de pigmentos negros. Lágrimas de alquitrán se asoman por
sus ojos para distinguirse entre los lloros de la multitud. Un estigma que le
señalará de por vida tras acometer actos moralmente reprochables. Un reo sin
redención, acaparadores de tatuajes, los denominados carcelarios. En
definitiva, un dibujo, un recuerdo imborrable.
Simbolismo en los tatuajes de lágrimas. Una decisión
irrevocable que te sellará como hombre conflictivo. Un comprobante de estancia
en el infierno de la prisión que visitaste con razón. Un episodio lleno de
tristeza y sufrimiento en vida. Una lágrima por un crimen con asesinato
incluido, dos lágrimas, el llanto y la agonía se hace palpable y necesita salir
de la cara. Una muestra de la que no sentirse orgulloso y que deberás apreciar
cada día al despertar y verte en el espejo del baño, donde cada mañana intentas purificar lo que proyectas a la mirada de los otros.
En nuestra incompetente sociedad
actual el mundo del tatuaje tiene dos sentidos con distintas salidas; el de los
flipados que no saben darte explicación si les preguntas que representa su
dibujo, solo un: “¿A que mola?” Y luego están los que realmente dan un verdadero
significado, a los que tras exponer tu duda sobre el tatuaje, no eres
correspondido con una respuesta concreta, solo un: “algo que quiero recordar de
mi vida y nunca debo olvidar”. Ese es el sentido real y congruente del tatuaje.
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