martes, 17 de julio de 2012

UNA MARCA DE POR VIDA


Una cicatriz hecha a conciencia. Una batalla perdida desde su comienzo pero celebrada como un gladiador frente al león ya muerto. Somos etapas en una vida, algunas pasan sin más y otras nos hacen mella. Cambiamos de opiniones como de vestuario, aunque mantenemos siempre una muda limpia como son nuestras convicciones. Un estilo personalizado al propio individuo y solo comprensible por éste.

Nada más nacer envueltos en sangre, nos limpian. Nos homogenizan de tal manera que nos representa nuestra elección en la ropa y, lo poco que podemos moldear nuestro cuerpo. Algunos inician lo que se puede considerar una revolución interna.

Cada uno con sus problemas, olvidarlos es de fracasados. Se dice que de los errores se aprende y por ello nunca superarlos del todo es la mejor opción. Grabarlos en nuestra mente es la ayuda necesaria. No rematarlos, solo dejarlos moribundos, convertirlos en recuerdos enjaulados y guardar siempre la llave encima.

No somos máquinas y, por tanto, nuestro cerebro a veces falla. Somos limitados en cuanto a inteligencia y, muchas veces, los pensamientos vuelan. Ahora nos adelantamos a la mente y nos apartamos de lo etiquetado como “normal” a través de uno de los artes más antiguos, el tatuaje. Para los polinesios conferían el tatuaje como ornamentación que tenía un significado claro, la virilidad y jerarquía. En el Egipto pasado se le proporcionaba a esta pintura corporal funciones mágicas y basadas en la protección de su dueño.

Otros casos conocidos hablan de tatuajes como evolución de la fase de la pubertad a una nueva etapa adulta. Un paso común dado en América con los indígenas. En occidente, sin embargo, el tatuaje se ha ido incorporando con paso corto pero decidido en la sociedad del viandante. Cabe destacar el significado abrumador que exigió para algunos esta simbología epidérmica como son todos aquellos seguidores enloquecidos de la doctrina nazi alemana. Actualmente esta práctica se concibe como algo puramente estético, aspecto que contradice todo lo que este arte conlleva.

 

Un significado que se convertirá en tu sombra de día y de noche. Una explicación para cada gota de tinta. Un prisionero que ahoga la justicia en charcos de pigmentos negros. Lágrimas de alquitrán se asoman por sus ojos para distinguirse entre los lloros de la multitud. Un estigma que le señalará de por vida tras acometer actos moralmente reprochables. Un reo sin redención, acaparadores de tatuajes, los denominados carcelarios. En definitiva, un dibujo, un recuerdo imborrable.


Simbolismo en los tatuajes de lágrimas. Una decisión irrevocable que te sellará como hombre conflictivo. Un comprobante de estancia en el infierno de la prisión que visitaste con razón. Un episodio lleno de tristeza y sufrimiento en vida. Una lágrima por un crimen con asesinato incluido, dos lágrimas, el llanto y la agonía se hace palpable y necesita salir de la cara. Una muestra de la que no sentirse orgulloso y que deberás apreciar cada día al despertar y verte en el espejo del baño, donde cada mañana intentas purificar lo que proyectas a la mirada de los otros.

 

 

En nuestra incompetente sociedad actual el mundo del tatuaje tiene dos sentidos con distintas salidas; el de los flipados que no saben darte explicación si les preguntas que representa su dibujo, solo un: “¿A que mola?” Y luego están los que realmente dan un verdadero significado, a los que tras exponer tu duda sobre el tatuaje, no eres correspondido con una respuesta concreta, solo un: “algo que quiero recordar de mi vida y nunca debo olvidar”. Ese es el sentido real y congruente del tatuaje.



 Estas últimas personas merecen todo el respeto del mundo y más, porque son capaces de clavar sus penas pasadas o sus alegrías presentes en un dibujo eterno. Una marca de por vida para joderte o aliviarte en tu camino hacia algo que desconocemos y nos da miedo. Por eso, NIEMELS AUFGEBEN, DU BIST STARK.




No hay comentarios:

Publicar un comentario