Hoy toco un tema
que aunque no lo pueda parecer, me toca de cerca y me toca la moral, las dos
cosas. Estoy en la localidad costera catalana de Salou, segunda tierra de
aragoneses. No hace falta que abra el periódico de mi tierra para leer el único
artículo relacionado con el lugar que estaba, puesto que si levanto la vista
del diario, puedo observar la noticia alcoholizada, con patas y caras quemadas.
No creo que
nadie pueda aceptar este turismo de alcohol y descontrol patrocinado y apoyado
por el ayuntamiento de Salou, 15 días de fiesta para miles de estudiantes ingleses,
escoceses y norirlandeses.
El Heraldo de Aragón recoge, entre
críticas, algunas voces a favor de este evento: “De los miles que
vienen, solo hay un pequeño porcentaje de gente que se dedica a molestar”,
comenta José Antonio Ibáñez, quien lleva más de 20 años viviendo en Salou y
preside la Asociación Cultural Aragonesa. Y es que, aunque haya gente que
ratifique declaraciones como esta, no podemos pasar por alto la concepción que
tienen los extranjeros europeos de España; tierra de fiesta, juerga, bebidas alcoholizadas
y libre albedrío sin control aparente.
Todos estos
sonámbulos de la noche que buscan desaparecer de sus casas para venir a mostrarnos
su inhibición, parecen seguir los pasos de Hunter
S. Thompson y su periodismo gonzo.
Cambian destino
esta vez, ahora no van a las Vegas sino a España, por tanto el libro pasaría de
llamarse Miedo y asco en las Vegas, a
Miedo y asco en Salou. Esos
sentimientos son los que yo experimento cada vez que me tengo que cruzar con
una barriada de ineptos extranjeros que pasean como Pedro por su casa por la
costa Dorada. No tienen vergüenza, y la poca que puedan conservar la pierden
nada más pisar arena de la playa. Todos los hábitos inadmisibles son bautizados
por el agua del mar mediterráneo y observados por bañistas incrédulos.
Estos individuos
procedentes de otros países sufren una mutación al llegar aquí, se adentran
tanto en la fiesta, alcohol, tabaco, y demás vicios, que ya no saben ni quiénes
son, además eso es algo que les da igual. Solo buscan diversión a toda costa y
sobre la costa mediterránea. Llamase drogas, cigarrillos o botellón en la
playa, todo sea por demostrar de donde vienen y a donde quieren ir.
Se sienten como
superhéroes, y es que además hacen todo lo posible por consentírselo. Nunca
verás una multa dirigida a cualquier persona de esta índole. Da igual que
monten escándalos públicos, que beban alcohol por la mañana en la playa, que exhiban
su cuerpo por zonas comunes… la multa siempre aparecerá en la cartera de un
español por cualquier tontería justificable, a mi me da asco. Suciedad por las
calles –y no hablo de la actitud de los británicos- mobiliario roto… Somos el
hazmerreír de Europa. Sufrimos invasiones constantes, tanto es así que
empezaron por Gibraltar, Mallorca, Ibiza, Benidorm… y ahora Salou.
Miedo y asco en las vegas lo toman como
los sacramentos y la Biblia a seguir, llegar al nirvana a través de drogas. Un
modelo de vida que pretenden implantar allá a donde van. Jóvenes dispuestos a
derramar su vida por un cubata o una cerveza. Imágenes que deberían ser
borradas del panorama del litoral catalán, pero que por desgracia es el pan de
cada día en esta semana de sexo, drogas y rock&roll.