¡Qué obsesión por la competición,
qué ganas de malgastar energías en balde! Ya era hora de que alguien expresara
de una vez lo que todos pensamos. Se creen que son Miguel Indurain, a falta de un maillot
amarillo. Las calles son invadidas por estos seres de piernas incansables. El pedaleo va y viene cortando el viento, no sabes por dónde va a sonar ese
insufrible sonido del timbre. Una llamada para soltar cualquier palabra
malsonante contra ese híbrido mitad máquina mitad cuerpo, el cerebro se va
perdiendo en cada curva. Hay que estar atento a todas las posibles e imposibles
direcciones, cualquier esquina es buena para el zarpazo de un manillar de los
ciclistas urbanos.
Se debe pensar que bicicleta es
sinónimo de velocidad y de “me paso por el forro de los cojones cualquier norma
vial”. No existen los colores para ellos, deben ser daltónicos, o todo lo deben
ver de color verde. Tienen preferencia en cualquier situación, son de la misma
familia que los autobuses, en caso de duda aléjense de cualquier automóvil que
no sea un coche o una moto.
Al final deberían crear un examen
para sacarse el carné de este vehículo tan dispar y odiado. No puedo negar que
con él haces ejercicio y contribuyes al medio ambiente, mi intención no es
rehusar del uso de este medio de transporte. Solo intento concienciar a los que
van subidos a ese sillín, son como jueces de silla en un partido de tenis, todo
lo ven y no les lleves la contraria, siempre llevan la razón.
El mundo al revés y tremendamente
posesivo, los pasos de peatones son suyos, la carretera suya, la acera suya
también. El tranvía va a tener que apartarse de la vía cada vez que oiga el ¡trin trin! Y atrévete a mirarles mal…
que se giran indignados como diciendo “¿pero me dices a mí?”, aunque sea el
culpable de un atropello se amparan en un derecho inexistente: los ciclistas no
son de este mundo, son un caso aparte.
Corredores que parecen ir
drogados en su afán de alcanzar la velocidad de la luz, y no derramar una sola
gota de sudor por su frente. Carne roja repleta de clembuterol se deja ver en
las encías de estos descontrolados competidores al reírse de nuestra cara de
ignorante al pasar. Igual se piensan que al final del trayecto les premiarán
con un par de besos de dos despampanantes chicas y un león de peluche… yo lo
pienso así.
No hay comentarios:
Publicar un comentario