Empezaré
señalando que quizás esta película del año 2001 sea de las que más me ha
impactado, y no es por otra cosa sino por su extraño final, tan inconcluso como
excelente. En esta vida recordamos lo que diferente, lo que nos hace pensar en
aquello que ya no es una consecuencia efímera.
Pasamos los días
buscando respuestas, a veces incluso sin que se den las preguntas, por tanto no
es extraño caer rendidos en la sorpresa de lo sobrenatural, lo que no tiene
explicación aparente. La literatura fantástica, al igual que estas películas
ficcionadas, nos hacen salirnos del patrón estructural al que estamos
acostumbrados, para adentrarnos en un mundo que puede ser mejor o peor, según
los ojos y la implicación del lector o espectador.
Un literato que
viene a mi mente al hablar de todas las historias sacadas de lo común es el
estadounidense Howard Phillips Lovecraft
(Providence, Estados Unidos, 20 de agosto de 1890 – ibídem, 15 de marzo de
1937), autor de novelas y relatos de terror y ciencia ficción de inicios del
siglo XX. Uno de sus grandes trabajos se concentra en su obra los mitos de Cthulhu, uno de las historias que perdura y
seguirá cosechando alabanzas y seguidores con el paso de los años. Terror en el
sentido más puro de la palabra, miedo a lo desconocido y a lo que queremos
pensar que no es real. Los cerrados de mente no entenderán ninguna de las
frases que forman esta Biblia de a ciencia ficción. Mirar lo que nos rodea
desde otro prisma y crear situaciones fantásticas en ese ambiente y a través de
la pluma de un genio de la literatura. Llevar hasta el extremo los límites
humanos y dar un paso más.
A Howard, el
pequeño Lovecraft, le gustaba frecuentar parajes extraños y apartados para
poder dar rienda suelta a su desbordante imaginación. Quizás una de las razones
por las que le gustaba tanto evadirse era por la estricta atadura a la que lo
sometía su madre, diciéndole que él no debía jugar con niños de menor
categoría, o insistiendo en que era feo y que nunca llegaría a triunfar. Por
tanto la herramienta de la escritura le sirvió para mostrar todo lo que sentía
y ser capaz de poder expresarse libremente, no como la dictadura familiar que
le sodomizaba de algún modo. Desde su infancia destaco en esta habilidad, y
pronto se vieron iniciadas sus aportaciones a la literatura, ya fuera
policíaca, género que le apasionaba, o de terror. Quizás con la creación de
criaturas abordadas desde la fantasía deseaba plasmar ideologías como la de
“siendo feo no triunfas”. Su obra forma
la esencia del terror extraño y sacado de nuestra realidad, un género basado en
lo sobrenatural mezclado con ciencia ficción.
En Donnie Darko resalta una figura
extraterrestre que se relaciona con el protagonista, como es el conejo Frank.
Este peculiar animal representa todas aquellos pensamientos que muchas veces
nos atrapan y juran y perjuran ser poseedores de la auténtica verdad. Ni
destacar cabe decir que cada persona que ha visualizado este film tiene una
opinión distinta y una teoría acerca de todo lo que el director quiere mostrar.
Todo lo malo personalizado en este personaje que podría haber salido
perfectamente de la cabeza de Lovercraft. Una historia contada y multitud de
teorías que puedes crearte, exactamente igual que como si se tratara de un
libro del cual debes imaginar todo el espacio que te describen. Literatura en
celulosa o proyectada, pero al fin y al cabo algo no real según nuestras
creencias.
El pesimismo
fluye por la soledad de cada movimiento de un lápiz capaz de narrar una
escapatoria para todo el escepticismo crudo. Le atraía la literatura salida de
la imaginación con la que lograba construir historias a través de unos temas
prefijados.
En las historias
de Lovecraft se repiten varios temas y elementos comunes: introduce conceptos
basados en lo desconocido, situaciones o cosas que no comprendemos y no las
asociamos a nada que conozcamos, existe mucho afán por lo malévolo, condenas o
sufrimientos no cesan en sus tramas. La locura se abre paso cada vez que
saltamos de página.
Se apoya con
facilidad en seres que sobrepasan lo humano, dioses mitológicos que son
venerados por los protagonistas. Relatos en los que es imposible escapar del
destino, la confrontación de ideas y el ímpetu por crear situaciones
conflictivas es eterno en cada capítulo. Los giros de los personajes envueltos
en una atmósfera de terror son continuos.
Siempre
aparecerá la lucha, ya sea física o de pensamiento, peleas por un objetivo
distinto llevadas a cabo en ambiente hostil, contraposición de egos. Resaltar
el componente racista de este autor en lo que se refiere a ensalzar la cultura
anglosajona con componentes positivos mientras que las clases bajas eran
asociadas a personas de tez oscura. Otro racismo, pero en este caso marginación
de género, y es que las mujeres no están muy presente en sus obras, poca
variedad de personajes femeninos que muchas veces ocupan el lugar de simples
sirvientas.
Algunos de los libros creados
por este autor, pese a contener simbolismo fantástico, eran considerados reales
para algunas personas: un ejemplo de ello es el Necronomicón que es relacionado
con el libro de los muertos. Lovecraft se apoyaba en que solamente relataba
acontecimientos, nunca hizo dicotomía o separación entre “Bien y Mal”.
Todo queda en el aire, historias
ambiguas donde tienen cabida cualquier teoría que nos autopresentemos. Lo mismo
ocurre con Donnie Darko, una película paranoica con mil respuestas para una
única pregunta. ¿Hasta donde llega la realidad?
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