sábado, 9 de junio de 2012

Válvula de escape



Ya ha empezado la Eurocopa. Un único punto focal, el televisor. Concentraciones masivas en terrazas, bares o cualquier salón. Esperas eternas hasta que una imperfecta esfera de cuero es introducida en una parcela marcada por tres palos.

Un coliseo romano con 22 gladiadores metro-sexuales que pretenden obsequiar a su país de procedencia, o no, de un premio tan simbólico como poco representativo para la totalidad de un Estado.

Este año se ha seguido una tónica poco ortodoxa en la manera de vender esta competición deportiva celebrada cada dos años. Los camareros dirigentes han servido el fútbol como alternativa a los rescates y fallas en el sistema financiero español. Pretenden que tapemos todos nuestros pensamientos en una intentona de mantenernos absortos siendo zombies de la pequeña pantalla.

Unos andrajosos espectadores con únicamente dos colores en la vestimenta, rojo y amarillo. El fervor llega incluso a la carne con un maquillaje que tatúa durante unos minutos el ansia por ganar. Un carnaval sin fecha. Un ritual a seguir con casi pleno permiso para la extrema celebración de la devoción.

¿Nos tenemos que sentir representados? Parece ser nuestra obligación y, a veces, lo que nos identifica es justamente lo contrario. Veneración a unas personas que no sufren la crisis tal y como cualquiera de nosotros la conoce. Yo no me identifico con esas personas individualmente.

Pero tienen rasgos a resaltar, la unión. Unidad ejemplificada en el juego, valores de vida vistos en un campo de 100 metros con obstáculos. No separemos conceptos, quizás esa es la idea veraniega de los “profesionales” de la política. Cojamos aspectos necesarios de aquello que nos va a hipnotizar estos días calurosos y hagamos que atraviesen el plasma para adentrarse en nuestra realidad. Un escenario plagado de injusticias varias y de rescates que acaban en un precipicio. Vamos a mover la pelota, hilvanar jugadas fluidas que desemboquen en al menos una oportunidad de gol. Una posesión de balón con toques de todos los jugadores, todos merecen y deben ser participes, el porcentaje aumenta cuantos más jugadores participen. Impedir las embestidas del rival, no darles esperanzas y acabar con ellos y con el desastre de este siglo XXI, siempre y cuando el árbitro no ponga objeciones. Un colegiado que esperemos sea de fiar y no resulte ser un mercenario vendido por los mercados.

La competición ha comenzado, pero ni tan siquiera terminará el día 1 de julio.

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