Esta novela precursora del nuevo
periodismo e iniciadora de un nuevo modelo denominado “no ficción”, fue
publicada tras seis años de ardua investigación, en 1966. Pero quizás lo que
tenga más relevancia en esta obra no esté escrito en sus páginas, sino del que
la escribió, Truman Capote. Un escritor/periodista estadounidense, en el caso
que exista una barrera entre estos dos términos, que con su astucia y
perseverancia logró lo que pocos pensaban que conseguiría, llegar hasta un trasfondo
personal de los asesinos de los Clutter. El aclamado autor de A sangre fría se caracterizaba por crear
empatía en los demás y hacer que éstos les prestaran su confianza. Capote se
definía así: “Soy alcohólico, soy
drogadicto, soy homosexual, soy un genio”.
Se implico tanto en su obra que Capote tuvo que acuñar el nombre de novela de
“no ficción” para relatar acontecimientos reales pero mezclados con la fantasía
y pizca de literatura que recorre su cabeza.
Esto le causo depresión y ansiedad a su autor ya
que se le planteaba un dilema moral: quería desesperadamente publicar su libro,
pero esto conllevaría la desdichada muerte de dos hombres que le consideraban
su amigo y benefactor.
Siempre se mantiene fiel a los detalles, sobre todo, aportando bastas
descripciones de paisajes o momentos que provocan un mayor realismo a la
escena. No deja pasar detalle alguno por minucioso que sea, y eso es lo que
hace a esta obra estar un escalón por encima del resto. Además, el proceso de
investigación y documentación es asombroso, cómo es capaz de entrevistar a
Perry, uno de los que cometieron el crimen, durante toda su estancia en la
celda de Kansas. Cómo logró que el asesino creyera que Capote estaba realmente
en la cárcel a su lado para ayudarle, entabló amistad con él. Aun así, Capote
alcanzó lo que pocos tocarían con la yema de los dedos, que un asesino abra su
interior y todos sus sentimientos más profundos a un periodista para mostrar
otro lado más íntimo de un personaje condenado a muerte. Se trata de periodismo
de investigación llevado a la perfección por el autor de esta obra maestra del
siglo XX. En algún punto, el autor trata de justificar esas actitudes,
pues se dedica a contar lo triste que ha sido la vida de los asesinos ya que
muestra su dura infancia, los complejos, su falta de sentido de los valores...
que incluso se llega a familiarizar con ellos, causando que las personas
sientan lastima de esos dos "infelices", "victimas de una
sociedad injusta".
Lo que también se deja claro en A
sangre fría, es el concepto de narrador omnisciente, mediante el cual el
autor evoca situaciones que supuestamente han sido vividas por los
protagonistas de esas acciones. Esto puede llevar a confusión, puesto que se
supone que está basado todo en hechos reales, y por tanto deben de ser
experimentados por el propio autor o que hayan sido vistos al menos. Pero aquí
entra en juego todo el proceso de recopilación de información, creando así una
base previa en la que sustentar la historia. Luego se embellece con algunas
pinceladas el texto, pero nunca perdiendo el norte y, siempre manteniendo las
ideas verosímiles de esta historia.
Lo que hace capote
es, a través de testimonios y referencias de las personas que salen, va
hilvanando y creando unos supuestos diálogos y monólogos internos creando una
falsa ficción que verdaderamente constituye lo real o más concretamente la
verosimilitud.
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