viernes, 15 de junio de 2012

A sangre fría


Esta novela precursora del nuevo periodismo e iniciadora de un nuevo modelo denominado “no ficción”, fue publicada tras seis años de ardua investigación, en 1966. Pero quizás lo que tenga más relevancia en esta obra no esté escrito en sus páginas, sino del que la escribió, Truman Capote. Un escritor/periodista estadounidense, en el caso que exista una barrera entre estos dos términos, que con su astucia y perseverancia logró lo que pocos pensaban que conseguiría, llegar hasta un trasfondo personal de los asesinos de los Clutter. El aclamado autor de A sangre fría se caracterizaba por crear empatía en los demás y hacer que éstos les prestaran su confianza. Capote se definía así: “Soy alcohólico, soy drogadicto, soy homosexual, soy un genio”. Se implico tanto en su obra que Capote tuvo que acuñar el nombre de novela de “no ficción” para relatar acontecimientos reales pero mezclados con la fantasía y pizca de literatura que recorre su cabeza.

Esto le causo depresión y ansiedad a su autor ya que se le planteaba un dilema moral: quería desesperadamente publicar su libro, pero esto conllevaría la desdichada muerte de dos hombres que le consideraban su amigo y benefactor.

Siempre se mantiene fiel a los detalles, sobre todo, aportando bastas descripciones de paisajes o momentos que provocan un mayor realismo a la escena. No deja pasar detalle alguno por minucioso que sea, y eso es lo que hace a esta obra estar un escalón por encima del resto. Además, el proceso de investigación y documentación es asombroso, cómo es capaz de entrevistar a Perry, uno de los que cometieron el crimen, durante toda su estancia en la celda de Kansas. Cómo logró que el asesino creyera que Capote estaba realmente en la cárcel a su lado para ayudarle, entabló amistad con él. Aun así, Capote alcanzó lo que pocos tocarían con la yema de los dedos, que un asesino abra su interior y todos sus sentimientos más profundos a un periodista para mostrar otro lado más íntimo de un personaje condenado a muerte. Se trata de periodismo de investigación llevado a la perfección por el autor de esta obra maestra del siglo XX. En algún punto, el autor trata de justificar esas actitudes, pues se dedica a contar lo triste que ha sido la vida de los asesinos ya que muestra su dura infancia, los complejos, su falta de sentido de los valores... que incluso se llega a familiarizar con ellos, causando que las personas sientan lastima de esos dos "infelices", "victimas de una sociedad injusta".

Lo que también se deja claro en A sangre fría, es el concepto de narrador omnisciente, mediante el cual el autor evoca situaciones que supuestamente han sido vividas por los protagonistas de esas acciones. Esto puede llevar a confusión, puesto que se supone que está basado todo en hechos reales, y por tanto deben de ser experimentados por el propio autor o que hayan sido vistos al menos. Pero aquí entra en juego todo el proceso de recopilación de información, creando así una base previa en la que sustentar la historia. Luego se embellece con algunas pinceladas el texto, pero nunca perdiendo el norte y, siempre manteniendo las ideas verosímiles de esta historia.

Lo que hace capote es, a través de testimonios y referencias de las personas que salen, va hilvanando y creando unos supuestos diálogos y monólogos internos creando una falsa ficción que verdaderamente constituye lo real o más concretamente la verosimilitud.

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