sábado, 16 de junio de 2012

Muerte a la inmortalidad


Obesa obsesión por ser delgados. Chupasangres tanoréxicos con ansia de querer vivirlo todo. No hace falta ir al cine para ver a la bruja de Blancanieves, ni merece la pena preguntar quién es la más bella del reino. Está claro que por mucho que nos esforcemos somos hijos del tiempo, y eso no nos lo perdona nadie. Seres temporales intentando echar el ancla y clavarla en el suelo. Nos estamos acostumbrando a tener que jugar al ¿Quién es quién? Cada vez que nos cruzamos con alguien. Madres que parecen sus propias hijas, padres acampando en los gimnasios, tías modernas que salen de fiesta con sus sobrinas…

Hemos cambiando el concepto vestirse por el de disfrazarse. Por la mañana eres una persona y al ponerse el sol, ¡voilà! Evolución completada. Una transformación anciana-niña en cuestión de nanosegundos, toda la tecnología surrealista de ciencia ficción echada por tierra gracias al deseo de ser joven.

Fachadas arregladas cada día, andamios invisibles recorren sus caras. Todos los días sesión de chapa y pintura hasta las seis. Titanlux para todos repartido en brocha gorda. Máscaras que producen más risas que los hazmerreíres profesionales. Los payasos de la tele luchan por controlar sus gracias infantiles desde lo alto del engranaje televisivo.

Una utopía basada en mitos griegos hecha realidad, la belleza está en el punto de mira de todos. Y éste concepto solo puede relacionarse con la ahora imposible “eterna juventud”. En la actualidad existe un elixir, sí, el cotizado botox. Y el chamán encargado de suministrarlo es el cirujano de turno que no es capaz de aplicar la moral en el juramento hipocrático. Doctores que juegan a ser dios con las personas. Apenas reconozco ver humanidad, ahora lo que percibo son trozos de arcilla moldeados por una mano culpable. Implantes por todo el cuerpo mediante los cuales te rellenas de una mierda de calidad semejante al oro, o eso creen.

Esto va para los creyentes, si San José fue carpintero, quizás eso tuvo repercusión para que tengamos complejo de puerta. Me explico, si la condición que pone ahora la sociedad es quitar las imperfecciones véase, limarse los callos; pintarse con la más que conocida escopeta de Marge (se que os lo estáis imaginando); y llenarse hasta las orejas de silicona para cubrir estragos de la edad, ¿Qué nos diferencia de un simple portón de madera? Quizás la religión nos haya llevado a esto.

Y si no ha sido culpa de la fe cristiana, será el pecado de la pecaminosa publicidad pagana visible a todas horas. ¡Untaos en potingues! -Gritan unos personajes a través de la pantalla- ¡Quitaos diez años de encima! –Aseguran unas jóvenes señoras de cera-. Seres bañados en Cola-Cao que nos confunden a la vez que estremecen. Cabeza morena, cuerpo blanquecino. Yo creo que sufren de algún tipo de gangrena y no lo saben. Asesinamos lo que somos.

Pero ante todo está la seguridad, excesos de airbag que en contra de quitar un entendible complejo personal, lo que provoca es la captación de todos los glóbulos oculares presentes en el momento de la aparición estelar de semejante criatura.

Que no nos sirva de espejo espejito todo aquello que refleja un medio como es la televisión y, un canal basura como Telecinco y variados, con parrillas plagadas de trozos de carne expositivos encerrados en el temible Hombres Mujeres y Viceversa.

Abogo por un cuidado autónomo basado en nuestra creencia de lo que queremos ser y cómo queremos ser. No comparto lo antinatural ni lo excesivamente ostentoso. Mientras sigamos en una sociedad de la imagen, estos estereotipos continuarán perturbando las mentes de los más influyentes. No entremos en la burbuja de lo divino, solo intentemos ser simples humanos que se ganan la vida con la compra y venta de todo, menos de la mercancía de su cuerpo. No por mucho glamour intoxicado se consigue ser quien tú desees. Apariencia conseguida, autoestima alta por unos minutos, pero satisfacción atrapada en un traje que no va cosido a tu cuerpo. Lo perfecto no existe damas y caballeros, lo importante es saber convivir con unas imperfecciones camufladas en cada persona. La aceptación es la mejor arma contra la indignación.

Y ahora me apetecía obsequiar con unos fragmentos sacados de una película que aún no he visionado pero que tras estas frases me incitan a tener que verla cuanto antes. Se trata de El extraordinario caso de Benjamín Button. Saquen sus propias conclusiones de todo esto:


- “¿Me amarás aunque tenga arrugas?”
  - “¿Me amarás aunque tenga acné?”



"Ninguno de nosotros es perfecto para siempre".



"La vida solo tiene sentido yendo hacia atrás, pero hay que vivirla hacia adelante".


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