Obesa obsesión por ser delgados. Chupasangres
tanoréxicos con ansia de querer vivirlo todo. No hace falta ir al cine para ver
a la bruja de Blancanieves, ni merece
la pena preguntar quién es la más bella del reino. Está claro que por mucho que
nos esforcemos somos hijos del tiempo, y eso no nos lo perdona nadie. Seres temporales intentando echar el
ancla y clavarla en el suelo. Nos estamos acostumbrando a tener que jugar al ¿Quién es quién? Cada vez que nos
cruzamos con alguien. Madres que parecen sus propias hijas, padres acampando en
los gimnasios, tías modernas que salen de fiesta con sus sobrinas…
Hemos cambiando el concepto
vestirse por el de disfrazarse. Por la mañana eres una persona y al ponerse el
sol, ¡voilà! Evolución completada. Una
transformación anciana-niña en cuestión de nanosegundos, toda la tecnología
surrealista de ciencia ficción echada por tierra gracias al deseo de ser joven.
Fachadas arregladas cada día,
andamios invisibles recorren sus caras. Todos los días sesión de chapa y
pintura hasta las seis. Titanlux para
todos repartido en brocha gorda. Máscaras que producen más risas que los
hazmerreíres profesionales. Los payasos de la tele luchan por controlar sus
gracias infantiles desde lo alto del engranaje televisivo.
Una utopía basada en mitos
griegos hecha realidad, la belleza está en el punto de mira de todos. Y éste
concepto solo puede relacionarse con la ahora imposible “eterna juventud”. En
la actualidad existe un elixir, sí, el cotizado botox. Y el chamán encargado de suministrarlo es el cirujano de
turno que no es capaz de aplicar la moral en el juramento hipocrático. Doctores
que juegan a ser dios con las personas. Apenas reconozco ver humanidad, ahora
lo que percibo son trozos de arcilla moldeados por una mano culpable. Implantes
por todo el cuerpo mediante los cuales te rellenas de una mierda de calidad
semejante al oro, o eso creen.
Esto va para los creyentes, si
San José fue carpintero, quizás eso tuvo repercusión para que tengamos complejo
de puerta. Me explico, si la condición que pone ahora la sociedad es quitar las
imperfecciones véase, limarse los callos; pintarse con la más que conocida
escopeta de Marge (se que os lo estáis imaginando); y llenarse hasta las orejas
de silicona para cubrir estragos de la edad, ¿Qué nos diferencia de un simple portón
de madera? Quizás la religión nos haya llevado a esto.
Y si no ha sido culpa de la fe
cristiana, será el pecado de la pecaminosa publicidad pagana visible a todas
horas. ¡Untaos en potingues! -Gritan unos personajes a través de la pantalla-
¡Quitaos diez años de encima! –Aseguran unas jóvenes señoras de cera-. Seres
bañados en Cola-Cao que nos confunden
a la vez que estremecen. Cabeza morena, cuerpo blanquecino. Yo creo que sufren
de algún tipo de gangrena y no lo saben. Asesinamos lo que somos.
Pero ante todo está la seguridad,
excesos de airbag que en contra de quitar un entendible complejo personal, lo
que provoca es la captación de todos los glóbulos oculares presentes en el
momento de la aparición estelar de semejante criatura.
Que no nos sirva de espejo
espejito todo aquello que refleja un medio como es la televisión y, un canal
basura como Telecinco y variados, con parrillas plagadas de trozos de carne
expositivos encerrados en el temible Hombres
Mujeres y Viceversa.
Abogo por un cuidado autónomo
basado en nuestra creencia de lo que queremos ser y cómo queremos ser. No
comparto lo antinatural ni lo excesivamente ostentoso. Mientras sigamos en una
sociedad de la imagen, estos estereotipos continuarán perturbando las mentes de
los más influyentes. No entremos en la burbuja de lo divino, solo intentemos
ser simples humanos que se ganan la vida con la compra y venta de todo, menos
de la mercancía de su cuerpo. No por mucho glamour intoxicado se consigue ser
quien tú desees. Apariencia conseguida, autoestima alta por unos minutos, pero
satisfacción atrapada en un traje que no va cosido a tu cuerpo. Lo perfecto no
existe damas y caballeros, lo importante es saber convivir con unas
imperfecciones camufladas en cada persona. La aceptación es la mejor arma
contra la indignación.
Y ahora me apetecía obsequiar con
unos fragmentos sacados de una película que aún no he visionado pero que tras
estas frases me incitan a tener que verla cuanto antes. Se trata de El extraordinario caso de Benjamín Button.
Saquen sus propias conclusiones de todo esto:
- “¿Me amarás aunque tenga arrugas?”
- “¿Me
amarás aunque tenga acné?”
"Ninguno de
nosotros es perfecto para siempre".
"La vida solo tiene sentido yendo hacia atrás, pero hay que vivirla hacia
adelante".
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