A veces no te das cuenta de lo
bueno que puedes tener hasta que lo encuentras. Pasas la vida viendo gente, cruzando
miradas, imaginando pensamientos, pero al final del todo la acción siempre
continúa, se sigue pasando. Cuántas oportunidades habremos dejado escapar con
tanta indecisión y todos los formalismos separadores. La educación no es más
que normas prefijadas al antojo de la gente, el espacio y el tiempo mantienen
su hegemonía frente al avance del hombre.
Bendito el día en que por fin
echas tus principios por tierra y decides ir más allá. Ya lo tienes todo
planeado, en tu cabeza todo encaja, pero llegan las dudas. La incertidumbre que
siegan todas las mentes, miedos que golpean tus emociones, si enganchan un K.O,
estás perdido.
Muchos errores, fracasos que dan
pie a desastres. Todo parece ir mal, no encuentras sentido a lo que haces,
observas a los demás y te haces la más simple de las preguntas, ¿por qué?
Nunca te llega a ti, son los
otros los que acaparan el disfrute. Sigues esperando la eterna señal, pero ¿qué
coño hago aquí viéndolas venir? No dejar pasar ninguna oportunidad más. Un
cruce de miradas como de costumbre, una risa interna que emana al exterior, y
un pensamiento, al fin, positivo. Quizás sea una ilusión pero al menos no
genera preocupación. Todo igual que siempre pero con sensaciones contrarias. La
historia avanza en el desarrollo de los acontecimientos. No te lo crees, parece
un sueño pero no lo es. Experimentas con algo que desconocías, lo que antes era
solitario ahora son dos solitarios unidos por algo que no se sabe qué es.
No hay explicación pese a lo que
muchos pretendan teorizar, además yo antes de sacar conclusiones antepongo mi
tiempo en aprovechar al máximo esa circunstancia. Nunca se sabe cuando llega el
fin, solo los principios cuentan.
Por fin un apoyo para mi lisiado
cuerpo, una bufanda para dos gargantas. Repartes la carga de tu vida, esa que
nunca dejaste que vieran los demás y que ahora como por arte de magia y sin
quererlo, se la has dado a alguien. Ahora somos uno más en un mismo asiento,
los muros se convierten en pequeños obstáculos si alguien te da impulso, pese a
que tras saltar esa valla te lleves dos ostias: la de la caída y la de una
bofetada que hiere nada más emprender su marcha.
No se puede pedir nada mejor, el
tren pasa una vez en la vida y a veces hay que entrar sin pagar. Ya no estas
solo, tienes otra existencia dependiendo de lo que tú vales. Momentos que
transcurren juntos y a la vez, pensamientos reconocibles en un escueto gesto. A
veces las palabras sobran o son prescindibles, pero en este caso el teclado se
me queda corto para tantas expresiones por inventar. ¡Felicidades, que cumplas
muchos más y que yo los vea!
El rey león y la parábola del hijo prodigo
El rey león,
película que hemos visto todos y que
forma parte de nuestra infancia. Hace pocos meses que fue estrenada de
nuevo, aunque esta vez en 3D, y en mi opinión, llega en un momento muy oportuno
respecto a la sociedad española.
Historia que
cuenta cómo un pequeño león es exiliado del que es su reino después de la
muerte de su padre. Hecho comparable, en
cierta medida, con la parábola del hijo prodigo o con los jóvenes de hace pocos
años, esos que se iban a su propia casa alquilada con el dinero ganado por
ellos mismos. La típica frase que una
madre decía a su hijo que pasa de la treintena de años: ¿cuándo vas irte de
casa? Esa frase que ha dejado de oírse en los hogares españoles debido en parte
a la crisis económica. Fue un fenómeno que se dio hace poco tiempo en varias
casas españolas. Hijos que, con 30 primaveras o menos, tenían un trabajo y se
iban a sus propias residencias. Vivían durante los años de su juventud, como si
del pequeño Simba se tratara, alejados de sus familias, creando la suya propia.
Pero llega un
momento en el que todos vuelven a casa, aunque por diversos motivos. Al hijo
prodigo se le gastó el dinero, Simba quería recuperar su reino y, el joven de
30 años se queda sin trabajo, y por lo tanto, sin ingresos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario