Qué mejor que sentirte rodeado de voces que cantan lo mismo que tú. Una melodía en una canción que te recordará un momento de tu vida, doloroso, sufrido, feliz o ansioso. Un grito al unísono contra unos creadores con sentimientos de dioses. Inmiscuirse en la vorágine de olores que emanan esos sobacos que, al fin y al cabo, reconoces la esencia. Da igual en que estilo te muevas o dónde te encasillen, si el resultado será el mismo, disfrutar de una actuación. Tampoco importa si acudes a un estadio, o al bar más cutre de tu ciudad, siempre y cuando estén ellos ahí.
Puede ser que ese grupo al que
vas a escuchar en directo sea internacionalmente famoso, o puede que solo los
conozcas tú y alguno que se ha perdido por el local en cuestión, tu motivada no
varía. Con un cubata en mano y moviéndote al son de unos acordes que, en
ocasiones, te resulta complicado saber qué cacho de canción tocan. Estás allí
abajo, haciendo un contrapicado con tu mirada, ensalzando a esos chavales que
un día decidieron reunirse con un instrumento de cada palo. Nada mejor que un
directo para emanar adrenalina hasta desde el perineo.
Un día piensas, reflexionas,
sueñas, te preguntas, analizas, deseas, y te dices: Algún día yo estaré allá
arriba, y tú me tirarás tu ropa interior. Yo cantaré y me gritarás, tocaré y me
aplaudirás, para más tarde irnos los dos juntos a tomarnos unos copazos junto a
unos altavoces que pongan a Juan Magán. Menos mal que en nuestras cabezas
siempre sonará buena música.
No hay comentarios:
Publicar un comentario