Todos, queramos o no, somos
conocedores de casi todo tipo de armamento. Arsenal balístico, armas blancas,
cortantes, afiladas, insinuadoras, calibradas, inseguras, mundiales, temidas,
veneradas, y todos los adjetivos habidos y por haber. Yo en mi experiencia
personal prefiero una que tiene seis cuerdas: la guitarra. Una herramienta que
puede llegar incluso a desconcertar a tu peor adversario, pero que si se usa
bien se convierte en el mejor bálsamo de días nublados.
Aunque el aprendizaje no es
sencillo, la práctica lo suaviza. Primera lección: no es fácil coger ritmo.
Pero quizás eso sea lo mejor, el ir poco a poco poniéndote esa meta que tanto
ansías y que si no la sitúas entre ceja y ceja, cejarás en el empeño y
fracasaras en tus propios objetivos; algo que no debes permitirte nunca hacer.
En mi caso, yo hice un primer
intento que se quedó en eso, un intento. Y, en mi caso de nuevo, la segunda
ocasión fue la definitiva, la guitarra como compañera y mi ordenador como
profesor, yo me puse mis propios deberes. No de asomo se puede decir que se
tocar la guitarra, pero al menos me siento muy bien cuando toco lo único que
consigo.
Ahora el dedicar parte de mi
tiempo a la “música” se ha convertido en uno de mis hobbies con especial predilección y que más sacrificios me ha hecho
pasar. Merecerá la pena si realmente te sirve de algo el recurrir a este
preciado instrumento. Algunos piensan que soy un bohemio, otros dirán que me
las doy de listo por la vida o de flipado. Y yo les digo: al menos tengo unas
curvas en mi mano que se dejan tocar. Esta fiel compañera de viajes me ha
seguido en lo bueno y lo malo, es más, ha veces si no hubiera sido por ella no
habría dado algún que otro paso de gigante que di en su tiempo…
Y es que cuando un día te juntas
con otras cuerdas y más gente y pones en común todo eso que un día sacaste
porque sí, es como si se parara el mundo a los pies de esas cuerdas que marcan
el compás de lo que puede convertirse en un himno de jóvenes intentando
evadirse de un mundo cada vez más negro. Con solo una armonía intentas poner
color y risas a una mierda de sucesos que no hacen más que joderte la
existencia.
A veces pienso en huir, como ya
es costumbre, ella y yo, de la mano hasta donde se acabe la música; porque será
allí donde pondré yo la mía para que este bello arte nunca termine. Larga vida
a todos aquellos que disfrutan de lo que hacen con un instrumento a sus
espaldas.
PD: SI PODÉIS DEDICAR UN SEGUNDO
A ENTRAR EN ESTA PÁGINA SE AGRADECE. UNA CANCIÓN HECHA CON MUCHAS GANAS, OTRA
COSA NO PUEDO DECIR, VOTAD ANTES DEL DÍA 28 DE OCTUBRE.
Me dan ganas de aprender a tocar ;)
ResponderEliminarEs una buena compañía que nunca te molesta, así que todos contentos.
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