viernes, 10 de agosto de 2012

UNO CONTRA TODOS, Y TODOS CONTRA UNO




 Mi intención nunca ha sido tomar parte protagonista en un juicio cada día. Hay que tener personalidad, carácter y perseverar en lo que uno cree, pese a las acusaciones de la competencia desleal. Mientras mantengas los pies en la tierra, nadie podrá descalzarte, por muy grandes y limadas que tenga las zarpas. Hoy combatiré y me enfrentaré a un ejército de colosos luchadores. No importa el arma que elija sino la táctica que escoja.

Hay que conservarse sereno en la adversidad, confiado en las contradicciones subyacentes que afloran con filo cortante. Los golpes vienen a pares y, a veces, van recubiertos de un puño americano para causar más dolor al otro. Un enemigo que surge de repente y sin saber uno muy bien de dónde salió o cómo se ocasionó todo. La avalancha de refutaciones empieza a ahogar, y sin nada en que agarrarte es difícil continuar flotando, las cosas claras y la mierda espesa.

Las reclamaciones solo son válidas para gente con proyecto de dignidad, no para caracteres endebles capaces de ser manipulables por una mano no acostumbrada a perder. Yo no soy un muñeco ventrílocuo y, sobre todo, nunca dejaré que me den por el culo de ninguna manera. Las “gracietas” hasta un punto son aguantables, pero en esta vida la permisividad tiene un límite y uno, después de tantas experiencias ya vividas, ya no se achanta con palabras escritas. Intimidaciones para los extorsionadores, y no para aprendices de superhéroes de calzoncillos por fuera.

Te pueden tocar el brazo, la espalda, y hasta el culo, pero una vez que rozan tus partes nobles sin tu consentimiento, ahí aparece la desconfianza y distanciamiento irreconciliable y recíproco. No dar el brazo a torcer si, pese a rumiar en tu cabeza toda la situación, sigues sin ver otra dirección que la que ya elegiste y empezaste a recorrer. Pero la verdad, la fase vacuna ha pasado a mejor vida, es hora de comerse el mundo y cagarlo con desgarro anal, como si estuviese haciendo de la realidad un videojuego y me quisiese cargar a alguien. Motivos tengo para realizar infinidad de actividades lucrativas, aunque la mayoría sean de semblante y actitud solitaria. Las aptitudes que manejo quizás no sean muchas, pero las pocas que controlo, las dirijo que no veas amigo.

No haré mucho relajado en la cama tecleando letras que no llegan a ningún lado, pero como tampoco me quita nada, pues al fin y al cabo, es algo que empato. Porque cuando realmente tenga algo que decir creo que seguiré usando, al menos, el aparato llamado teléfono. Tan importante son las palabras como quién las dice o de qué manera lo hace.
Y eso con la escritura apenas es perceptible, únicamente si lees entre líneas se puede ser capaz que averiguar qué matices son los usados, y qué tipo de indirectas son las más directas.

No es lo mío esquivar, suelo mantenerme de pie firme e impasible hasta que se agota la munición del contrario y, luego, si se da el caso, contraatacar, sino, lo mejor es esbozar una media sonrisa, mirarle a la cara y acabar dando la vuelta yéndote del lugar del no-crimen a cámara lenta musitando una canción. Eso si que descoloca a cualquiera. Qué mala es la impotencia y la frustración, capacitada para enervar la sangre, por muy horchata que sea, a cualquiera.

Ahora es tiempo de esperar a ver qué sucede y procurar no meter la pata en algo tan sucio, no querría ensuciarme. Así que de momento esperaré tumbado, que sentado me canso más.






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