Mi intención nunca ha sido tomar
parte protagonista en un juicio cada día. Hay que tener personalidad, carácter
y perseverar en lo que uno cree, pese a las acusaciones de la competencia
desleal. Mientras mantengas los pies en la tierra, nadie podrá descalzarte, por
muy grandes y limadas que tenga las zarpas. Hoy combatiré y me enfrentaré a un
ejército de colosos luchadores. No importa el arma que elija sino la táctica
que escoja.
Hay que conservarse sereno en la
adversidad, confiado en las contradicciones subyacentes que afloran con filo
cortante. Los golpes vienen a pares y, a veces, van recubiertos de un puño
americano para causar más dolor al otro. Un enemigo que surge de repente y sin
saber uno muy bien de dónde salió o cómo se ocasionó todo. La avalancha de
refutaciones empieza a ahogar, y sin nada en que agarrarte es difícil continuar
flotando, las cosas claras y la mierda espesa.
Las reclamaciones solo son
válidas para gente con proyecto de dignidad, no para caracteres endebles
capaces de ser manipulables por una mano no acostumbrada a perder. Yo no soy un
muñeco ventrílocuo y, sobre todo, nunca dejaré que me den por el culo de
ninguna manera. Las “gracietas” hasta un punto son aguantables, pero en esta
vida la permisividad tiene un límite y uno, después de tantas experiencias ya
vividas, ya no se achanta con palabras escritas. Intimidaciones para los
extorsionadores, y no para aprendices de superhéroes de calzoncillos por fuera.
Te pueden tocar el brazo, la
espalda, y hasta el culo, pero una vez que rozan tus partes nobles sin tu
consentimiento, ahí aparece la desconfianza y distanciamiento irreconciliable y
recíproco. No dar el brazo a torcer si, pese a rumiar en tu cabeza toda la
situación, sigues sin ver otra dirección que la que ya elegiste y empezaste a
recorrer. Pero la verdad, la fase vacuna ha pasado a mejor vida, es hora de
comerse el mundo y cagarlo con desgarro anal, como si estuviese haciendo de la
realidad un videojuego y me quisiese cargar a alguien. Motivos tengo para
realizar infinidad de actividades lucrativas, aunque la mayoría sean de
semblante y actitud solitaria. Las aptitudes que manejo quizás no sean muchas,
pero las pocas que controlo, las dirijo que no veas amigo.
No haré mucho relajado en la cama
tecleando letras que no llegan a ningún lado, pero como tampoco me quita nada,
pues al fin y al cabo, es algo que empato. Porque cuando realmente tenga algo
que decir creo que seguiré usando, al menos, el aparato llamado teléfono. Tan
importante son las palabras como quién las dice o de qué manera lo hace.
Y eso con la escritura
apenas es perceptible, únicamente si lees entre líneas se puede ser capaz que
averiguar qué matices son los usados, y qué tipo de indirectas son las más directas.
No es lo mío esquivar, suelo
mantenerme de pie firme e impasible hasta que se agota la munición del
contrario y, luego, si se da el caso, contraatacar, sino, lo mejor es esbozar
una media sonrisa, mirarle a la cara y acabar dando la vuelta yéndote del lugar
del no-crimen a cámara lenta musitando una canción. Eso si que descoloca a
cualquiera. Qué mala es la impotencia y la frustración, capacitada para enervar
la sangre, por muy horchata que sea, a cualquiera.
Ahora es tiempo de esperar a ver
qué sucede y procurar no meter la pata en algo tan sucio, no querría
ensuciarme. Así que de momento esperaré tumbado, que sentado me canso más.
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