domingo, 23 de septiembre de 2012

TOLERANCIA III : La Educación Caduca Cuando Las Bases Del Aprendizaje Son Nefastas; Hay Cosas Que Es Mejor No Aprender



 Juan, agarrado a la mano de su madre, se dirige al típico parque de barrio, sus dos columpios y el balancín están repletos de chavalería recién salida del colegio. En una de estas, el pequeño ve a un chico que acapara su atención, levanta la mirada y pregunta:

 -¿Por qué ese niño es negro? ¿Está sucio mamá?

La madre, para no dar una explicación concreta siendo, aún así, la más simple de todas, le contesta:

 -Ese niño es así hijo, nació oscuro, es mejor que no te acerques o te quedarás como él.

 El inocente Juan hace caso omiso y, poco a poco se aproxima al chico de color que se encuentra en un extremo del balancín, imaginando éste que en el otro límite hay un compañero de juegos.

Al llegar Juan, se acerca al chico delicadamente, descubre que su nombre es Okan, que nació en otro país, en otro continente, a muchos kilómetros de distancia. Juan queda prendado de todo lo que su nuevo amigo le cuenta, de cómo ha llegado a España en un barquito para tener una vida menos peligrosa y, se convierte en algo mágico. No entiende que de donde viene sean todos como él y que nadie le haya hablado de ello. Tampoco comprende la soledad que invaden a Okan y su madre, sentada en un banco solitaria y con la mirada en ninguna parte. Nunca creyó cómo podían rechazar así a alguien, se da cuenta de lo que significa la supervivencia en vida.

 El intrépido Juan, mientras hace elevar a su compañero con un gran impulso, le da un consejo con toda la naturalidad de quien sabe muy bien lo que está contado:

-Tienes que ser fuerte como un oso, rápido como un leopardo, listo como un lince, temido como un león y astuto como un zorro, pero ante todo, no seas egocéntrico o limitado como el hombre. Destápate como alguien extraordinario y saldrás ganador.

Al oír esto, a Okan se le escapa una lágrima; a lo que Juan le dice con una sonrisa:

-Todos tenemos sentimientos vengamos de donde vengamos y del color que seamos.

La madre de Juan llega a buscar a su hijo y le coge de la mano con dureza, al mismo tiempo que echa una mirada poco agraciada al que fue amigo de su retoño durante unos minutos. Mientras, Juan se gira y le dedica un guiño amistoso a su anónimo héroe.

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