A los que nos gusta viajar esto
es una meca de las nuevas experiencias de juventud siempre recordables. Hablo
de la estancia ERASMUS, ese palabro que engloba tanto calificativo juerguista y
poco esperanzador. Pero, ¿qué ocurre cuando la persona que se emprende en esta
aventura no eres tú, sino alguien cercano a ti? Una mezcla de envidia, alegría,
tristeza, nostalgia, o de preocupación te embriaga en el peor momento antes e
su marcha; la despedida.
Ya puede estar fuera tres
meses, ocho, o dos años, que la sensación será la misma en todo ese tiempo. Se
trata de una huida prematura con dirección a una salida que pueda ser viable o
no. Una emigración con retorno marcado por un billete de
avión. Ganas y desganas se juntan en un nuevo sentimiento que surge en la
primera lágrima del adiós al entorno más íntimo. El día en que te asomas por la
ventana y piensas: ¿Otra vez la misma instantánea nada más levantarme? En que aburrida ciudad me estoy apalancando. Echarías a correr sin maleta y sin mediar
palabra alguna ni con el choque contra gente a la que nunca has hablado pero
tienes más vista que un plato de lentejas.
Cualquiera tendría que tener la
oportunidad de subirse al barco y zarpar, o el avión y despegar hacia un lugar
que es nuevo para ti pero que casi con toda seguridad sabes que está hecho para
tu recibimiento ocasional. Y llega la hora, echas los cuatro lloros
correspondientes dictaminados por el protocolo familiar y de la amistad y
surgen los nervios del primerizo. Es normal, vas a romper ese cordón que te unía
a no sabes muy bien el qué y que no te dejaba marchar. Las ataduras se
reblandecen en cada paso al horizonte deseado, la distancia se hace palpable
como muestra de todo lo que aparcas a la intemperie hasta vete a saber tú
cuando.
Pero no pasa nada, todos
mandamos suerte y ánimo al que de verdad tiene la verdadera oportunidad de huir
temprano. A ti, el que sigue anclado al no ostracismo, te da pena, y mientras,
esa persona que se fue se está riendo de ti por lo idiota que eres al pensar
eso, ¿pena? Pena la que me da no haber disfrutado de este experimento del señor
Erasmo de Rótterdam antes.
Si
ya tenían razón los considerados inteligentes:
“Se viaja no para buscar el destino sino para huir de donde se parte”.
Miguel de Unamuno
“Los viajes sirven para conocer las costumbres de los distintos pueblos y
para despojarse del prejuicio de que sólo es la propia patria se puede vivir de
la manera a que uno está acostumbrado”.
René Descartes
“Los viajes son
en la juventud una parte de educación y, en la vejez, una parte de experiencia”.
Francis
Bacon
“Viajar es el paraíso de los necios. Nuestro primer viaje nos descubre la
indiferencia de los lugares”.
Ralph Waldo Emerson
Todas estas frases se resumen
en: Vete, disfruta, olvídate de todo, aprende lo que te enseñen, vente, muéstralo,
y huye a otra lugar, cuantas más veces repitas esta ecuación menos sentido
tendrá tu aburrimiento y mayores galones obtendrán tus significado de las
cosas.
Con especial dedicación
a nuestra y digo nuestra gran compañera y amiga:
LAURIKA
Lo malo es, que siempre esta la vuelta a casa, mientras los demás que se han quedado han encauzado el ritmo de sus vidas, llegas de nuevo a un ritmo que casi ni recordabas, solo queda retomar la persona que eras antes de partir. Y eso, es lo mas dificil....
ResponderEliminarYo creo que aunque te hayas escapado un tiempo, tú nunca cambias tu visión de lo que dejaste y los demás tampoco deberían hacer lo mismo contigo. Es cierto que al regreso no todo será como era en un principio, pero no por ello se tiene que volver en contra cualquier hecho. Elegiste salir a pasear fuera de las fronteras, tomaste nuevas influencias pero cultivarte en otras áreas de la vida no significa que cambie tu personalidad, eso se lleva encima aunque viajes a las Antípodas.
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