domingo, 9 de septiembre de 2012

Una familia poco peculiar, los PANERO



De izquierda a derecha: Juan Luis, Felicidad Blanc y Michi Panero

Leopoldo María Panero

Igual en la actualidad, desgraciadamente, pocos reconocen este apellido tan sonoro. Historias entrelazadas por hilos de sangre que desembocan en desgracias para esta familia. El documental de Jaime Chávarri, El Desencanto (1976), muestra a la perfección, y sin un ápice de censura por parte de los peculiares hermanos, todas sus vivencias y recuerdos del que fue leyenda de la poesía y alabado escritor, pero que ante todo fue padre.

Una serie de declaraciones de Felicidad Blanc, viuda del falangista Leopoldo Panero, y sus hijos; Juan Luis Panero, Michi Panero y Leopoldo María Panero que destriparan toda una generación de ilustres intelectuales y resquebrajarán la visión sobre los Panero.

Resulta contradictorio el nombre de la matriarca de la familia, Felicidad, puesto que debe ser la única forma en que hayan conocido esta palabra en sus vidas. Hermanos con vidas paralelas pero que llegan a confluir en un mismo punto, lo extraño en la literatura. Al ver la película ya citada es seguro que no acabas con una conclusión de indiferencia, no se trata de una familia convencional de la segunda mitad del sigo XX.

Una mención aparte es el hermano mediano y conocido poeta Leopoldo María Panero, asentado en manicomios y penitenciarías. La gente relaciona poesía con frases bien hiladas y de alto contenido en belleza, ornamentaciones a nivel experto, pero estamos confundidos. Una de las obras retratadas por este autor que más me impacta por su agresividad es Himno a Satán:

Himno a Satán



"Ten piedad de mi larga miseria"


Tú que eres tan sólo

una herida en la pared
y un rasguño en la frente
que induce suavemente a la muerte:
tú ayudas a los débiles
mejor que los cristianos
tú vienes de las estrellas
y odias esta tierra
donde moribundos descalzos
se dan la mano día tras día
buscando entre la mierda
la razón de su vida;
yo que nací del excremento
te amo
y amo posar sobre tus manos delicadas mis heces.
Tu símbolo es el ciervo
y el mío la luna: que caiga la lluvia sobre
nuestras faces
uniéndonos en un abrazo
silencioso y cruel en que
como el suicidio, sueño
sin ángeles ni mujeres
desnudo de todo
salvo de tu nombre
de tus besos en mi ano
y tus caricias en mi cabeza calva
rociaremos con vino, orina y sangre
las iglesias
regalo de los magos
y debajo del crucifijo
aullaremos.


Se puede sentir todo el sufrimiento en cada letra, la necesidad de dar a conocer todo lo que recorre su cabeza, el dolor, el rencor hacia su madre por haberle denunciado y haberle ingresado en el psiquiátrico, la incomprensión, esa rebeldía que experimentaba en su etapa de colegio. Su vida se ve consumida en cada bocanada de humo que expira cuando fuma. Un cigarro detrás de otro, sin llegar a acabarse, se enciende pitillos sin control, no sabe cuando parar, quizás no quiera parar, o igual no es consciente de su vicio.

Leopoldo no entiende este mundo, pese a que su padre fuera estandarte del régimen fascista, él ayudó y estuvo trabajando con republicanos, no hacía distinciones, esos no eran sus ideales. Apenas confiaba del hombre, y prefería dejar su sitio a otra persona, intentó varias veces suicidarse sin llegar a culminarse la acción. Quería salir cuanto antes de la tierra de España. Su poema crudo, duro y con afán de llamar la atención resalta en su significado contradictorio al ideal de vida conservador y religioso. Hace referencia al suicidio como herramienta para unirse a la muerte de un abrazo silencioso, donde nadie llore por él.

Una visión extremista de la vida de la que no puede sacar nada bueno, cambiar el vino de la Iglesia por orina y mancillar así cualquier acto obligado. Igual que se nos ha impuesto que el diablo y Satán es algo al que no debemos acercarnos, por qué ir al otro lado y convertirse en seguidor de alguien o algo que desconocemos como es el supuesto dueño del paraíso del cielo. ¿Debemos tener una excusa para la muerte, tenemos que creer en algo? Yo como Panero, no tengo fe en nada y menos aún en la gente. La vida es el camino a la muerte, allá cada cual su decisión de acortar el sendero o de pasar por el área más pedregosa. No todo el mundo dispone de una calesa que le lleve a donde desee, algunos deben escalar montañas y pasar por zonas oscuras para asomarse a la luz.

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