Vamos a darles ritmo a estas difuntas
horas, veo muertos vivientes asintiendo cabezas en clase. Ropas con más vida
que los cuerpos clavados en las sillas. Un líder femenino repetidor de ideas de
otros. Un loro con gafas y un pico en movimiento continuo y rumiante.
Mecanógrafos expertos, mentira, ludópatas empedernidos, eso sí que es cierto.
Jugamos a no entrar en el juego del pastor, no sé donde lleva el bastón para
flagelarnos. Los tecnicismos vuelan y rebotan en las paredes, nadie los quiere
recoger, más entretenido y simple es el no ser. Repite, repite, repite, creo
que se ha rayado, dictados de conciencia e intrusión de conceptos que deambulan
y desembocan antes de llegar a la cabeza, mueren de soledad.
Golpes, llamadas de atención con
maniobras de animadora. ¡Estoy aquí! Parece decir. Tema, tema, tema, tema,
parece un mensaje subliminal hiriente ante la preparación de un examen, pero
gracias por no tutearme. Comienza el barullo, el rebaño se impone al control
“estricto” de las cuatro paredes. Risas, las risas son la antesala de los
lloros, no oigo nada, las carcajadas arrastran cualquier ápice de seriedad.
¡Concurso de payasos! Yo me pido el que siempre está triste.
Todos hablan menos el que tiene
que hacerlo, una figura que no impone, solo se expone para una mirada vaga de
algún borrego despistado. Prueba escrita, examen, control, ¿Control? Guardad
los comentarios absurdos, preguntas estúpidas o dudas inexistentes, en vez de
eso usad insultos, serán más beneficiosos y conseguiríais apoyo del grupo. O
con él o sin nadie, la cabeza agachada simboliza mi apetencia. Renovación de
personalidad, algunos a eso le llaman crecer, madurar. Nos acoplamos a lo que
se nos ofrece en cada momento, pero en ocasiones lo mejor es mantenerse de pie
mientras los demás se sientan.
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