sábado, 26 de mayo de 2012

TORRES MÁS ALTAS…


Eterna promesa del fútbol, niño de Fuenlabrada e hijo predilecto del Atlético de Madrid. Un día decidió emigrar al ambiente sombrío de la tierra mojada londinense. La nebulosa que cubre el techo anglosajón ha terminado por cubrir a este delantero puro. Toda una vida pegado al balón, 28 años dedicado a cuerpo y alma a este deporte engatusador de espectadores. Unas veces alabado, otras odiado por una hinchada que no atiende razones.

Desde su desembarco en el Chelsea de Román Abramóvich, se depositaron en  él unas expectativas que rondaron los 58 millones de euros. Ahora todo este capital no vale nada para defender unos colores nacionales, amarillo y rojo. El debate acerca de la preselección de Fernando Torres en los entrenamientos de la selección española está en la calle. No le avala la conquista de la cima europea con la Champions, o el haber conseguido uno de los premios más cotizados en Inglaterra: la FA Cup. Ni siquiera el honor de ser el mejor jugador en aquella final de la Eurocopa de 2008, que dio comienzo a toda una historia de leyenda para España. Su peso se sustenta en la lacra que supone ser, en la Selección, el segundo peor promedio goleador entre delanteros, con un gol cada 187 minutos disputados, solo superado por Butragueño, que anotaba un tanto cada 209 minutos.

Torres no se siente a gusto con los blues. Sus declaraciones lo dejan claro: «Este año no he tenido el rol que pensaba que iba a tener». Y es que un jugador cuya función y ambición es encajar goles, no puede mantenerse con una media de seis goles en una temporada.

Y aquí surge la pregunta que muchos se hacen: ¿Por qué Fernando Torres y no Raúl González? Un jugador que, pese a sus 34 años, lo ha dado todo en un modesto club alemán llevándolo a semifinales de la Champions. El ex madridista quizás se merezca más abanderar a su país, y no un delantero cuya función es vagar por un campo en una final de Liga de Campeones, o filmar anuncios de Pepsi durante la campaña.

Una cara bonita no sirve para representar a unos aficionados deseantes de presenciar espectáculo y no una reunión de jóvenes en un terreno de juego. Los jóvenes no nos podemos agarrar como un clavo ardiendo a una esperanza de algo que puede llegar a ser y nunca ha sido.

En este mundo futbolístico adulterado por el dinero y la fama cuesta llegar a lo más alto. Lo peor de todo no es coronarse, sino mantenerse en activo rindiendo a gran nivel. Sin embargo, a cada uno le llega su tiempo y hay que saber cuándo se deben dar oportunidades a otros jugadores. Fernando Torres se está derrumbando en el fango del césped, eso debe comprenderlo cuanto antes.

El niño crece, la ambición desvanece. Las críticas avanzan, las fuerzas flaquean. Lo que antes eran buenos cimientos, ahora se llenan de grietas y caen al ser derribadas por los trabajadores ilusionados con los nuevos materiales sustitutivos. Ley de vida, ley del fútbol.

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