La vida es
movimiento, aspas de un reloj en constante tintineo, un rayo de luz por las
aberturas de la persiana, aquel vecino taladrándote el tímpano con la música
racista como si estuviera en la discoteca, y el despertar de los sonidos de las
salas de baño, así son los amaneceres hoy en día. Sobrevivimos despreocupados,
mecanizamos todos nuestros actos y nos convertimos en meros autómatas,
replicantes de la película Blade runner.
Apenas salimos de la rutina, obsesión por la organización, desde nuestra propia
habitación hasta los cajones de los calcetines de los políticos corruptos, los
paraísos fiscales, ahogados ahora con su propia correa mientras son paseados
por la vox populi, ya iba siendo hora
de sacar la mierda fuera.
La misma canción
de siempre, somos tan predecibles… no salirnos del margen como cuando
pintábamos en nuestra etapa de inocencia e ingenuidad que algunos aún
mantienen. Maniatados a vicios que ataviados de escapatoria intentan evadirnos
de la realidad, cruda vida real y asquerosamente robotizada. Tabaco, drogas,
alcohol, sexo, huidas inesperadas, actos de rebeldía, manifestaciones, actos de
lujuria, descontrol, desorden, paranoias…
¿Para qué
acomodarnos en lo que vemos y percibimos, si acaso no preferimos formar parte
de otra existencia? Ya va siendo hora de salirse de la raya, esnifarla si hace
falta, atravesar esa línea prohibitiva que envuelve cada paso que damos en
falso. No estar conforme es el camino y el gozo mi destino, basta ya de
automatismos innecesarios, castigos sin sentido, pensamientos monótonos
soldados en nuestra mente por toda la tradición. Yo no quiero pertenecer al
pasado, ni encadenarme a un modo de vivir inhumano ni animal basado en
instintos.
Adiós
expectativas que la gente pone en mí, adiós estereotipos prefijados, adiós
prototipos moldeables por la sociedad, adiós lo normal. Eso ya es aburrido,
¿tan alto grado de locura es decir y hacer lo que se piensa? Pues me voy al
psiquiátrico, al menos ahí me entenderán. La enajenación hace recapacitar y
analizar todo lo que alcanza nuestra vista y nuestro subconsciente.
Lo bueno de
contar todas estas historias en estos mini relatos es que luego al leerlos no
me acuerdo si en verdad fui yo el creador, o era alguien el que guiaba mi dedo
para teclear. Hay cosas incluso que no llego a entender de mí mismo, el
recuerdo es vago, la memoria infinita, y las ganas de pensar agotadas. Solo sé
que escribo y no son palabras vacías ni necias, seguro que tienen todo el
significado del mundo para algunos lectores tan dementes como yo.
Me gustaría
rodearme de gente que me entendiera, pero teniendo en cuenta que ni yo mismo me
comprendo quizás tendría que buscar mi verdadera identidad, aquello que me
identifique del resto. Por tanto, si no pretendo parecerme a los demás y poseer
mi propio carácter ¿cómo me van a poder entender? No hay solución posible que
abarque las dos opciones en un resultado, o compartimos una misma concepción de
lo que nos encierra y podemos llegar a comprendernos, o te alzas como ser
distinto a los demás con la primera y última consecuencia de la exclusión y
marginación.
La duda sigue
vigente y se respira en el ambiente contaminado, ¿ser sumisos o tener
personalidad? ¿Aparentar o ser natural? ¿Fingir o ser sincero? Sea cual sea la
decisión escogida no creo que nadie pueda llegar a saber qué camino elegiste.
Fiarte de alguien te puede costar caro o te puede salir rentable, ahí tu
capacidad para ser arriesgado y salirte de la monótona rutina cotidiana y
redundante en la que estamos inmersos cada despertar en este día de la marmota
sin final. Yo ya sé que senda seguir, pero estoy seguro de que no sabréis cual,
y mucho menos podréis comprender mi sana locura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario